viernes, 18 de septiembre de 2009

ORIGEN DEL CIGARRO.

JUAN E. HARTZENBUSCH.

Fuman el indio y el charro,
Gil Blas y el conde de Cabra,
y no se dicen palabra
del origen del cigarro.
Mujer, empero, y varón
habrán en pintura visto
un hombre que baja listo
del cielo con un hachón.
No le representan feo,
no lleva casi ropaje,
moda griega: personaje
tal se llama prometeo.
Numen de clase vulgar,
es voz que ganó renombre
formando un proyecto de hombre
con barro de modelar.
A su gusto concluida
la estatua para modelo,
cuentan que robó del cielo
fuego para darle vida.
Júpiter con tal motivo,
no muy grave a la verdad,
hizo una barbaridad
con el escultor de vivo.
Clavómele en un peñón
cual a milano en pared,
y todo (!contemple ustéd¡)
por el robo de un tizón.
Fijo en solitaria roca
se le ve representado:
ya nos le darán pintado
con un cigarro en la boca.
De la imagen y del fuego
decir no se necesita
que es una invención bonita
de algún ingenioso griego.
Mas yo, que lo cierto sé
de unos documentos raros,
voy, señores, a trazaros
a Prometeo cual fue.
Allá en la primera edad,
que de todo carecía,
ni encender lumbre sabía.
la infantil humanidad.
Prometeo vio caer
y llamas alzar un rayo,
y quiso hacer un ensayo
con medio de tal poder.
-Quédese, dijo, por mío
este ser devorador;
pues que da tanto calor,
bueno será contra el frío.
Ya se aviva, ya desmaya,
según el palo que muerde:
viene al seco y deja el verde;
libre está que se me vaya.
En ese mismo lugar
asilo haré vividero.
Prometeo fue el primero
que tuvo casa y hogar.
Vinieron a visitarle,
y a todos les daba lumbre,
y estableció la costumbre
de tener fuego y usarle.
Y entre aquellos Robinsones
de la tierra primitiva,
la necesidad activa
produjo mil invenciones.
Bien pronto, asando la caza,
les confortó el olorcillo;
pronto cocieron ladrillo,
pan, yeso, cántaro y taza.
Chamuscabánse el pelaje
los hombres en ocasiones,
y a fuerza de quemazones
labraban el maderaje.
Prometeo, que su ardiente
hallazgo aplicaba a todo,
trató de inventar el modo
de levarlo fácilmente.
Una vez, pues, arrolló,
ni muy fuertes ni muy flojas,
mojándolas unas hojas,
y, secas, las encendió.
Chupó el rollo sin desdén
y dijo para su saco:
-Esta planta (era tabaco)
sabe mal, pero arde bien.
Cómodo arbitrio y seguro
me da para mi deseo.
Cate usted a Prometeo
tan jaque fumando puro.
Dio el invento a conocer
y lo adoptó el municipio:
el cigarro en su principio
fue mecha para encender.
Sustituto él de la hoguera
con su brasa no costosa,
toda mujer hacedosa
tuvo que ser cigarrera.
Como el fuego, al caminar,
para todo era base,
porque lumbre no faltase,
no cesaban de fumar.
Chupado con ceño adusto
el cigarro primerizo,
por fin el hábito hizo
paladearlo con gusto.
En esta disposición,
el dar en un pedernal
un golpe fuerte casual
dio pedernal y eslabón.
Y la llama gigantesca
del rayo en árbol copudo,
cualquiera formarla pudo
con dos cantos y con yesca.
Debió el cigarro ceder
al método nuevo: !cá¡
Sin ser necesario ya,
era costumbre y placer.
Y llevado en compañia
del guijarro chispeador,
con el nuevo encendedor
el antiguo se encendía.
Y hoy, desde el suelo andaluz
a los campos de Guajaca,
los hombres de la petaca
son hombres de chispa y luz.
Digan sabios eminentes
que tienen ciertos regalos
y usos, que parecen malos,
muy buenos antecedentes.
Yo diré sólo y resumo
que es ésta, según la leo,
la historia de Prometeo,
padre del tabaco de humo.
Varón famoso, del cual
suban los puros o bajen,
debe tener una imagen
cada estanco nacional.
Sépase del Nilo al Darro,
del Plata y Obi al Mondego,
que al propagador del fuego
se debe el primer cigarro.

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